TOLERANCIA CERO PARA LA MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA

Este lunes 6 de febrero fue el Día Internacional de Tolerancia Cero para la Mutilación Genital Femenina, designado como tal por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2012, con el objetivo de concienciar y promover la ampliación de los esfuerzos para la eliminación de dicha práctica.

La mutilación genital femenina (MGF) consiste en la escisión total o parcial de los genitales externos femeninos, aunque el término se utiliza, en general, para hacer referencia a todos aquellos procedimientos que, sin estar motivados por razones médicas, alteran o dañan los genitales de mujeres y niñas. Este tipo de prácticas, independientemente de cómo se realicen, pueden tener graves consecuencias para las personas a las que se les practica: complicaciones en el parto, riesgo de transmisión de ETS, sangrados, dolor crónico, afecciones psicológicas, e incluso, la muerte.

Se trata de una práctica tradicional surgida de la creencia de que “potencia la belleza, el honor, las posibilidades de matrimonio, el estatus social, etc.”, que afecta exclusivamente a mujeres y niñas, por lo que sus vinculaciones con el género son evidentes.

Aunque debido a la naturaleza privada de estas prácticas es difícil disponer de cifras exactas de sus víctimas, se estima que alrededor de 200 millones de niñas y mujeres han sufrido la escisión total o parcial de sus genitales externos.

Si bien la MGF se asocia a culturas ancestrales, lo cierto es que en la actualidad alrededor de 3 millones de mujeres y niñas están en riesgo de sufrirla en alguno de los 30 países en los que todavía se practica.

Pero, aunque se trata de una práctica milenaria, hay motivos para pensar que se puede acabar con ella, de ahí que la ONU, más allá de fijar un día de tolerancia cero para esta práctica, se ha propuesto su plena erradicación para 2030, en cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible nº5 relativo al logo de la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de mujeres y niñas.

Y, ¿por qué es tan importante la erradicación de esta práctica? Porque como explica la activista contra la mutilación genital femenina para las niñas de las comunidades pastorales de Kenia, Nice Nailantei Leng’ete, aparte de provocar un daño irreparable e innecesario a mujeres y niñas, “la mutilación genital es la raíz del analfabetismo femenino y de los matrimonios precoces”, porque una niña mutilada genitalmente, tenga los años que tenga, pasa a ser considerada mujer adulta, es obligada a abandonar la escuela para casarse con un hombre adulto, que se encargará de su manutención – mientras la explota sexualmente en calidad de “esposa” – anulando cualquier posibilidad de desarrollo, aprendizaje y autonomía por parte de ella.

Pero ¿qué hay que hacer para erradicar esta práctica sin caer en la imposición desde el occidentalismo cultural hegemónico? La respuesta nos la da la activista Asha Ismail, fundadora de la ONG “Save a girl, save a generation”, cuando afirma que, una vez asumido lo inaceptable y extendido de la MGF, lo que se debe hacer es entenderla y contextualizarla, formar a profesionales en países de acogida para que no estigmaticen y victimicen a quienes la han sufrido en otros lugares y comprender lo que significa para determinados colectivos, como paso previo a la erradicación. 

Como recalca Asha Ismail: «Tenemos que ponernos en lugar de las personas, entender y trabajar a partir de ahí. La mutilación no depende de la economía, la clase social, los estudios: se hace porque quieres ser aceptada”. De hecho, todavía existen comunidades en que las niñas que se niegan a sufrir esta práctica son repudiadas por sus propias familias.

Gracias a A. Ismail conocemos un ejemplo de medida transitoria que está teniendo unos resultados muy favorables en la reducción de la MGF: se ha inventado un “rito de paso” alternativo, que respeta las costumbres limpiándolas de sangre. Para evitar el daño y sufrimiento innecesario a las niñas y mujeres en las comunidades en que la práctica de la MGF es un ritual tradicional y asociado al honor, se hace una ceremonia idéntica a la tradicional, pero sin mutilación, se bendicen los libros y se anima a las niñas a estudiar, y antes de la ceremonia se ofrece un curso sobre educación sanitaria y los derechos de la mujer.

Y es que, si se quiere erradicar de manera efectiva esta práctica tan dañina, hay que escapar de las imposiciones desde la superioridad y la ajenidad, hay que entender los orígenes, motivaciones, contextos y percepciones que la rodean, escuchar a los miembros de esas comunidades y asumir su liderazgo en el proceso.